Este episodio fue favorecido —según narran viejos relatos— por la relación que el joven Kaufmann había entablado con la hija del cacique que lo retenía cautivo, con la que solía realizar paseos a caballo: la muchacha en un brioso caballo y el prisionero en la cabalgadura más vieja de la tribu. El paso del tiempo, la confianza, tal vez el amor despertado por el blanco en la aborigen, hicieron que en un instante de flaqueza, ella le prestara su montado: Sólo para que el muchacho probara los ímpetus del veloz equino, “pero sólo por un momento y sin que nadie se entere”, le habría dicho.
De esa forma, Gaspar logró su tan pacientemente preparado camino a la libertad, cruzando a todo galope montes, arroyos y bañados rumbo a la anhelada y distante HELVECIA. En esa travesía avistó los terrenos donde hoy está el pueblo ROMANG, siendo él quien interesó al Dr. Teófilo Romang para emplazar una colonia en tan privilegiado lugar. Esa experiencia lograda en la convivencia forzosa con sus captores, fue de primordial relevancia para las expediciones colonizadoras que siguieron hacia el norte. También resultaron un valioso aporte a lo largo de su amplia actividad en defensa de las colonias.
Narra la historia que era de carácter afable y generoso, con un espíritu patriarcal, y la tarea colonizadora fue llevada sin pausa hasta su último suspiro. En virtud de ello, el Dr. Teófilo Romang vio con beneplácito la unión de Gaspar Kaufmann con su hija Luisa Paulina, con quien concibió dos descendientes: Arturo Kaufmann Romang y Clara Kaufmann Romang. Pero ese matrimonio naufragó en poco tiempo, dicen que socavado por las características tan disímiles de los cónyuges. Esto se habría vuelto un escollo insalvable, precipitando la ruptura: Gaspar, hombre templado en el rigor de la conquista; Luisa, educada en refinados ambientes europeos.
Distanciado de su esposa y malquistado con su suegro, fue interesado por el fundador de Reconquista, coronel Manuel Obligado, para colonizar un promisorio lugar ubicado unas cuatro leguas al norte de la naciente Colonia Ocampo. Allí, junto al itálico Antonio Tomassone, dieron nacimiento a LAS TOSCAS, donde su temperamento indoblegable fue puesto a prueba en forma constante y pertinaz.
Luego tuvo este emprendedor un segundo matrimonio, con la entrerriana Micaela Urrutia, quien le dio tres hijos: Isabel Kaufmann Urrutia, Micaela Kaufmann Urrutia y Gaspar Kaufmann Urrutia. Cuentan que su ánimo de pionero inclaudicable no se dejó abatir por las múltiples dificultades, participando en gran número de expediciones, en las que no pocas veces estuvo a punto de perder la vida.
Pero la muerte le llegó de manera inesperada, en la tranquilidad de su hogar: el 18 de octubre de 1884 fue acuchillado por un peón de procedencia paraguaya, que le asestó una puñalada en el corazón. El homicida fue capturado dos años más tarde en la ciudad de Posadas, y traído a Santa Fe por gestiones de Rodolfo Kaufmann, hermano del colonizador.
Tan desgraciada circunstancia cubrió con un manto de congoja y desconcierto al novel asentamiento poblacional. La infausta novedad trascendió hasta donde se sabía del empeñoso accionar del colonizador Kaufmann. El periódico argentino Wochenblatt se hizo eco de tan dolorosa pérdida, cuando en su edición del 15 de noviembre de 1884 informó del luctuoso suceso: “… desde Corrientes y Romang, nos llega al mismo tiempo la conmovedora noticia, que el 21 (?) de octubre falleció don Gaspar Kaufmann. De naturaleza amable, a la par que inteligente y sensato, no denotaba al intrépido caballero de batallas.
Poco remunerados fueron sus servicios, no tuvo por meta acumular fortuna y tan es así que desaparece casi en la pobreza, ignorándose sus valiosas contribuciones a la patria, pero así más perdurará su memoria en el recuerdo de su pueblo”.